Dejando por un momento la difícil situación que atraviesa Chile - que ha centrado nuestra atención en las últimas semanas - quisiera referirme en esta oportunidad a la tragedia que ocurre en Bolivia, donde un golpe de Estado fascista en contra del gobierno legitimo, ha instaurado un régimen de terror que han dejado hasta el momento decenas de muertos, dirigido por una enloquecida cúpula cívico militar dispuesto a exterminar a la comunidad indígena que conforma el país (algo absurdo desde todo punto de vista, cuando cerca del 90% de bolivianos son indios, comenzando con quienes consumaron el golpe). Me pregunto ¿tanto odio pueden llegar a tener aquellos descastados que reniegan de sus orígenes y ordenan matar a quienes bien pueden ser sus abuelos, padres o hermanos? ¿No se ha visto la cara en el espejo la tiparraca que se encaramo al poder con el apoyo de los golpistas y que vomita odio en cada una de sus palabras - mal trajeada, con el cabello teñido, de facciones claramente indígenas y que ni siquiera sabe hablar con fluidez el español - para que se las quiera dar de racista? Es francamente ridículo. Por ello, quisiera reproducir en esta ocasión un interesante artículo escrito por el dimitido vicepresidente boliviano Álvaro García Liñera, quien aborda perfectamente el drama que agobia a la nación andina, entrecomillado claro esta ¿vale?: “¿Сómo es que esta clase media tradicional puede incubar tanto odio y resentimiento hacia el pueblo, llevándola a abrazar un fascismo racializado y centrado en el indio como enemigo? Como una espesa niebla nocturna, el odio recorre vorazmente los barrios de las clases medias urbanas tradicionales de Bolivia. Sus ojos rebalsan de ira. No gritan, escupen; no reclaman, imponen. Sus cánticos no son de esperanza ni de hermandad, son de desprecio y discriminación contra los indios. Se montan en sus motos, se suben a sus camionetas, se agrupan en sus fraternidades carnavaleras y universidades privadas y salen a la caza de indios alzados ‘que se atrevieron a quitarles el poder’. En el caso de Santa Cruz organizan hordas motorizadas 4x4 con garrote en mano a escarmentar a los indios, a quienes llaman "collas", que viven en los barrios marginales y en los mercados. Cantan consignas de que "hay que matar collas", y si en el camino se les cruza alguna mujer de pollera - que bien puede ser su madre - la golpean, amenazan y conminan a irse de ‘su territorio’. En Cochabamba organizan convoyes para imponer ‘su supremacía racial’ (?) en la zona sur, donde viven las clases menesterosas, y cargan como si fuera un destacamento de caballería sobre miles de mujeres campesinas indefensas que marchan pidiendo paz. Llevan en la mano bates de béisbol, cadenas, granadas de gas; algunos exhiben armas de fuego. La mujer es su víctima preferida; agarran a una alcaldesa de una población campesina, la humillan, la arrastran por la calle, le pegan, la orinan cuando cae al suelo, le cortan el cabello, la amenazan con lincharla, y cuando se dan cuenta de que son filmadas deciden echarle pintura roja simbolizando lo que harán con su sangre. En La Paz sospechan de sus empleadas y no hablan cuando ellas traen la comida a la mesa. En el fondo les temen, pero también las desprecian. Más tarde salen a las calles a gritar, insultan a Evo Morales y, con él, a todos estos indios que osaron construir una democracia intercultural con igualdad. Cuando son muchos, arrastran la Wiphala, la bandera indígena, la escupen, la pisan, la cortan, la queman. Es una rabia visceral que se descarga sobre este símbolo de los indios al que quisieran extinguir de la tierra junto con todos los que se reconocen en él. El odio racial es el lenguaje político de esta clase media tradicional. De nada sirven sus títulos académicos, viajes y fe porque, al final, todo se diluye ante el ‘abolengo’ que les da el dinero, a pesar de que tienen el mismo color de piel y pertenecer - así se nieguen a reconocerlo - a la misma raza que desprecian con toda el alma. En el fondo, la estirpe imaginada es más fuerte y parece adherida al lenguaje espontáneo de la piel que odia, de los gestos viscerales y de su moral corrompida. Todo explotó el domingo 20, cuando Evo Morales ganó las elecciones con más de 10 puntos de distancia sobre el segundo, pero ya no con la inmensa ventaja de antes ni el 51% de los votos. Fue la señal que estaban esperando las fuerzas regresivas agazapadas: desde el timorato candidato opositor liberal, las fuerzas políticas ultraconservadoras, la OEA y la inefable clase media tradicional. Evo había ganado nuevamente pero ya no tenía el 60% del electorado; estaba más débil y había que ir sobre él. El perdedor no reconoció su derrota. La OEA habló de "elecciones limpias" pero de una victoria menguada y pidió segunda vuelta, aconsejando ir en contra de la Constitución, que establece que si un candidato tiene más del 40% de los votos y más de 10% de votos sobre el segundo es el candidato electo. Y la clase media se lanzó a la cacería de los indios. En la noche del lunes 21 se quemaron 5 de los 9 órganos electorales, incluidas papeletas de sufragio. La ciudad de Santa Cruz decretó un paro cívico que articuló a los habitantes de las zonas centrales de la ciudad, ramificándose el paro a las zonas residenciales de La Paz y Cochabamba. Y entonces se desató el terror. Bandas paramilitares comenzaron a asediar instituciones, quemar sedes sindicales, a incendiar los domicilios de candidatos y líderes políticos del partido de gobierno. Hasta el propio domicilio privado del presidente fue saqueado; en otros lugares las familias, incluidos hijos, fueron secuestrados y amenazados de ser flagelados y quemados si su padre ministro o dirigente sindical no renunciaba a su cargo. Se había desatado una dilatada noche de cuchillos largos, y un fascismo sui géneris de indios contra indios asomaba las orejas. Cuando las fuerzas populares movilizadas para resistir este golpe civil comenzaron a retomar el control territorial de las ciudades con la presencia de obreros, trabajadores mineros, campesinos, indígenas y pobladores urbanos - y el balance de la correlación de fuerzas se estaba inclinando hacia el lado de las fuerzas populares - vino el motín policial. Los policías habían mostrado durante semanas sospechosamente una gran indolencia e ineptitud para proteger a la gente cuando era golpeada y perseguida por bandas fascistoides. Pero a partir del viernes, con el desconocimiento del mando civil, muchos de ellos mostraron una extraordinaria habilidad para agredir, detener, torturar y matar a manifestantes populares. Claro, antes había que contener a los hijos de la clase media y, supuestamente, ‘no tenían capacidad para hacerlo’; sin embargo ahora, que se trataba de reprimir a los indios revoltosos, el despliegue, la prepotencia y la saña represiva fueron monumentales. Lo mismo sucedió con las Fuerzas Armadas. Durante toda nuestra gestión de gobierno nunca permitimos que salieran a reprimir las manifestaciones civiles, ni siquiera durante el primer golpe de Estado cívico del 2008. Y ahora, en plena convulsión y sin que nosotros les preguntáramos nada, plantearon ‘que no tenían elementos antidisturbios, que apenas tenían 8 balas por integrante y que para que se hagan presentes en la calle de manera disuasiva se requería un decreto presidencial’. No obstante, no dudaron en ‘sugerir’ con tono amenazante al presidente Evo Morales su renuncia rompiendo el orden constitucional. Hicieron todo lo posible para intentar secuestrarlo, torturarlo y asesinarlo vilmente tras su forzada renuncia al cargo; y cuando se consumó el golpe, salieron a las calles a disparar miles de balas, a militarizar las ciudades, asesinar a campesinos. Y todo ello sin ningún decreto presidencial. Para proteger al indio con dinero se requería decreto, pero para reprimir y matar ‘indios revoltosos’ sólo bastaba obedecer lo que el odio ‘racial’ y clasista ordenaba. Y en sólo 5 días ya había más de una veintena de muertos, centenares de heridos de bala. Por supuesto, todos ellos indígenas. La pregunta que todos debemos responder es ¿cómo es que esta clase media tradicional pudo incubar tanto odio y resentimiento hacia el pueblo, llevándola a abrazar un fascismo racializado y centrado en el indio como enemigo cuando lo paradójico es que ellos también son indios? ¿Cómo hizo para irradiar sus frustraciones de clase a la policía y a las FF. AA. y ser la base social de esta fascistización, de esta regresión estatal y degeneración moral? Los últimos 14 años de gobierno de los movimientos sociales han tenido como principal característica el proceso de igualación social, la reducción abrupta de la extrema pobreza (de 38 al 15%), la ampliación de derechos para todos (acceso universal a la salud, a educación y a protección social), la indianización del Estado (más del 50% de los funcionarios de la administración pública tienen una identidad indígena, nueva narrativa nacional en torno al tronco indígena), la reducción de las desigualdades económicas (caída de 130 a 45 la diferencia de ingresos entre los más ricos y los más pobres); es decir, la sistemática democratización de la riqueza, del acceso a los bienes públicos, a las oportunidades y al poder estatal. La economía ha crecido de 9.000 millones de dólares a 42.000, ampliándose el mercado y el ahorro interno, lo que ha permitido a mucha gente tener su casa propia y mejorar su actividad laboral. Pero esto dio lugar a que en una década el porcentaje de personas de la llamada "clase media", medida en ingresos, haya pasado del 35% al 60%, la mayor parte proveniente de sectores populares, indígenas. Se trata de un proceso de democratización de los bienes sociales mediante la construcción de igualdad material pero que, inevitablemente, ha llevado a una rápida devaluación de los capitales económicos, educativos y políticos poseídos por las clases medias tradicionales. Si antes un apellido notable o el monopolio de los saberes legítimos o el conjunto de vínculos parentales propios de las clases medias tradicionales les permitía acceder a puestos en la administración pública, obtener créditos, licitaciones de obras o becas, hoy la cantidad de personas que pugnan por el mismo puesto u oportunidad no sólo se ha duplicado - reduciendo a la mitad las posibilidades de acceder a esos bienes - sino que, además, los "arribistas", la nueva clase media de origen popular indígena, tiene un conjunto de nuevos capitales (idioma indígena, vínculos sindicales) de mayor valor y reconocimiento estatal para pugnar por los bienes públicos disponibles. Se trata, por tanto, de un desplome de lo que era una característica de la sociedad colonial: la etnicidad como capital, es decir, del fundamento imaginado de la superioridad histórica de la clase media por sobre las clases subalternas porque aquí, en Bolivia, la clase social sólo es comprensible y se visibiliza bajo la forma de jerarquías raciales. El que los hijos de esta clase media hayan sido la fuerza de choque de la insurgencia reaccionaria es el grito violento de una nueva generación que ve cómo ‘la herencia’ del apellido se desvanece ante la fuerza de la democratización de bienes. Así, aunque enarbolen banderas de la democracia entendida como voto, en realidad se han sublevado contra la democracia entendida como igualación y distribución de riquezas. Por eso el desborde de odio, el derroche de violencia; porque la supremacía ‘racial’ es algo que no se racionaliza, se vive como impulso primario del cuerpo, como tatuaje de la historia colonial en la piel. De ahí que el fascismo no sólo sea la expresión de una revolución fallida sino, paradójicamente también en sociedades postcoloniales, el éxito de una democratización material alcanzada. Por ello no sorprende que mientras los indios recogen los cuerpos de alrededor de una veintena de muertos asesinados a balazos, sus victimarios materiales y morales narran que lo han hecho ‘para salvaguardar la democracia’. Pero en realidad saben que lo hicieron para proteger sus privilegios. El odio racial solo puede destruir; no es un horizonte, no es más que una primitiva venganza de una clase histórica y moralmente decadente que demuestra que, detrás de cada mediocre liberal, se agazapa un consumado golpista” puntualiza la nota. Si a ello agregamos el fundamentalismo religioso del cual hacen gala - Biblia en mano - amenazando con destruir la cultura y tradiciones indígenas mediante una nueva “extirpación de idolatrías” tenemos todos los ingredientes para una fórmula sumamente explosiva. Venga ya, que unos indios ordenen masacrar a otros indios por ser indios a pesar de ser iguales a ellos en todo, es cosa de locos y ese odio exacerbado e irracional fomentado por los EE.UU. que apoyo desde el primer momento el golpe, solo conducirá al país a una guerra civil :(
Perteneciente a la familia Heineken, próximo a cumplir 150 años y patrocinador de la UEFA Europa League y la Copa Libertadores de América, entre otros torneos ¿A quien nos estamos refiriendo? Nada menos que a la cerveza Amstel, nacida en 1870 con el nombre de Beiersche Bierbrouwerij de Amstel, que luego, por obra de marketing, pasó a llamarse simplemente Amstel. Hoy en día, es una de las marcas más vendidas de Holanda y de las que más se consumen especialmente en su capital. El nombre de la marca le viene al pelo porque, en sus orígenes, utilizaban las aguas del río Amstel, el que cruza Amsterdam, para enfriar la cerveza. Esta es una de las muchas curiosidades que rodea esta marca centenaria, como por ejemplo, que es una de las primeras marcas que vendió cerveza en lata, una de las primeras marcas en crear cerveza light, en crear botellas con abrefácil o barriles de tamaño pequeño para casas, o que fue una de las primeras marcas en crear fábricas allende sus fronteras, en otros países. Como podéis notar, fueron unos pioneros estos de Amstel. Ko curioso del caso es que en Holanda Amstel y Heineken llevan una dura competencia por ver cual es la que más se consume, a pesar de que las dos marcas pertenecen a la misma gran compañía, Heineken International, que en 1968 compro Amstel, aunque se siga comercializando con su propio nombre y con sus propias variedades. La Light, la típica Lager o la prestigiosa 1870 son las cervezas de esta marca que podréis disfrutar en una terraza cualquiera de Amsterdam. Y mientras la disfrutáis, puedes ir dejando caer alguno de estos curiosos datos sobre la marca, y quedar como un experto conocedor de la historia cervecera de Holanda. Hecha con 100% malta es originaria de Ámsterdam. Su receta, hecha únicamente con ingredientes naturales, se mantiene intacta desde 1870, conservando la tradición de los maestros cerveceros ¿A que esperas para probarla? :)
Venga ya, la Copa Libertadores, el trofeo más representativo y anhelado por los clubes que conforman la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), ya se encuentra en Lima, ciudad donde fue diseñada y confeccionada en 1959. Un torneo que ha tenido la mala suerte en estos dos últimos años de tener que realizar la final en escenarios distintos a los programados. Como recordareis, el año anterior se tuvo que jugar en el Santiago Bernabéu de Madrid en lugar del Monumental de Buenos Aires por motivos de seguridad y este año, volvió a cambiar de escenario, eligiéndose apresuradamente al Monumental de Lima - dejando de lado el Nacional de Santiago - por la sublevación generalizada de los chilenos contra el gobierno de Sebastián Piñera. Por lo visto, la Commebol nunca tuvo un “Plan B” y en una carrera contra el tiempo, aceptaron tener que jugar el partido final en los estadios de quienes se ofrecieron a ayudarlos, una improvisación total que los pinta de cuerpo entero. En referencia al trofeo, cuenta la historia que el entonces presidente de la Conmebol Fermín Sorhueta, le encargó a Teófilo Salinas - cuestionadísimo directivo peruano y miembro del comité ejecutivo - la misión de encontrar un trofeo cuyo diseño represente al torneo, que a partir de 1960, se pondría en disputa entre los campeones de cada país de la región, naciendo así la Copa Campeones de América, que en 1965, pasaría a llamarse definitivamente como Copa Libertadores de América. Fue entonces que Salinas Fuller - quien posteriormente lograría ser presidente del máximo ente rector del fútbol sudamericano entre 1966 y 1986 - eligió a la prestigiosa Joyería Camusso, ubicada en ese entonces el Centro de Lima, para que le diera vida a la pieza que se entrega desde 1960 al ganador del torneo. La tarea recayó en Alberto de Gásperi, un inmigrante italiano radicado en Lima desde los años 40 y que era director de la planta de Camusso, la firma de joyería y platería fundada en 1933. "Él nos dio una idea, hicimos un dibujo, lo rechazó, hicimos otro, le gustó. Lo que más tardó fue su aprobación. Cuando no le gustaba, había que volverla a pensar. Como decimos en la jerga de la platería, tenía que 'pagar el ojo'. Cuando el doctor Salinas vio el resultado final, quedó encantado", recordó de Gásperi en una entrevista realizada en el 2010. Señala Conmebol que la pieza original "fue hecha en plata y trazada imitando una silueta redonda, la de una pelota, que está unida por una cinta donde se lee Copa Libertadores" y que "en la cúspide se observa la figura de un futbolista pateando la pelota". La idea inicial se ha mantenido en el emblemático galardón tal como lo conocemos hoy en día, claro que con el correr de los años ha sufrido algunos cambios, sobre todo en la base, donde figuran los nombres de los equipos que alcanzaron la gloria, en el cual por cierto no aparece ningún equipo peruano. Como sabéis, este 23 de noviembre, la copa será entregada al ganador de la final que se jugará en el estadio Monumental entre el River Plate de Argentina y el Flamengo del Brasil, dos de los clubes más importantes y populares del continente, que coincidentemente, en 1959, se enfrentaron también en Lima... pero esa es otra historia. "Cada vez que yo la veo por televisión me emociono, la verdad que sí. Me llena de orgullo no solo por mí, sino por todos los que la hicieron, de los artesanos, que son muy buenos. Todo un equipo de unas 12 personas. Vale la pena saber que se hizo en el Perú. Lástima que no se ha quedado mucho tiempo por acá", dijo en aquella oportunidad Alberto de Gásperi, sin imaginar que nueve años luego de esa charla, su creación retornaría al país donde fue forjada pero nunca ganada, debido a la mediocridad de los equipos peruanos. Solo esperemos que tal como sucedió en Madrid el año pasado, la fiesta transcurra en paz por el bien del espectáculo :)