Como sabéis, el filosenderista Pedro Castillo acaba de cumplir un año en el poder, al que por cierto, llego mediante el fraude - lo cual no puede ser olvidado en ningún momento - y el balance de lo que va de su desastrosa gestión no podría ser peor, dominado por las alarmas que enciende una omnipresente corrupción. Cuatro presidentes del Consejo de Ministros, 59 ministros a los que se les ha tomado juramento en general y siete en la cartera del Interior en particular (todos con un amplio prontuario delictivo), dan una idea de la inestabilidad y falta de norte que existe en el régimen. Pero no son esas las únicas cifras que encienden alarmas en la opinión pública. Un informe elaborado por la empresa consultora Métrica y divulgado en las redes ha puesto sobre el tapete otros datos que confirman que la permanente situación de crisis en la que los peruanos estaban habituados a vivir durante décadas, ha alcanzado ahora niveles que hacen parecer todo lo anterior un vago trance ingrato. En efecto, la desaprobación de la gestión de ese oscuro individuo en el país andino, que siempre fue elevada, ha llegado a niveles inauditos, como consecuencia de su incapacidad manifiesta, absoluta incompetencia e improvisación mostrada hasta el hartazgo desde que usurpó el cargo. En Lima, además, la desaprobación se empina hasta el 87% y sigue subiendo. Una clara indicación de que el sujeto en cuestión - de limitado lenguaje y nula inteligencia - ha perdido rápidamente la mayor porción del respaldo entre la ciudadanía que de una forma estúpida lo escogió como “el mal menor”. Y vaya que se equivocaron, al elegir a un terrorista afín a Sendero Luminoso. De otro lado, diez han sido los ministros interpelados por el Congreso y cuatro, los censurados; amén de aquellos que renunciaron ante la evidencia de que pronto correrían esa misma suerte. Una elocuente muestra de que, casi invariablemente, las personas que esta administración ha nombrado en la función pública fueron elegidas con un criterio que no era precisamente el de su idoneidad técnica o moral para el cargo. No en vano, acumula 138 designaciones cuestionadas y ha protagonizado un escándalo cada 36 horas. Los contactos con la prensa, por otra parte, han sido escasos - quedando de la peor manera por su verborrea populista para tratar de disimular sus carencias - y el trato hacia los periodistas, abiertamente hostil, azuzando a una indiada ignorante en el interior del país con sus incendiarias proclamas de plazuela para que los agredan y hasta los secuestren, pero nada les pasa por ello, ya que tienen patente de corso para seguir haciéndolo con total impunidad, porque se sienten “blindados” desde Palacio. Un síntoma inequívoco de la tirria de este aprendiz de dictador hacia la transparencia y el rencor que le guarda al gremio responsable de las múltiples denuncias que lo tienen contra las cuerdas, por lo que más temprano que tarde, terminará junto con su banda criminal en prisión - Yanamayo, Challapalca o El Frontón - purgando sus delitos. En lo que concierne al manejo de la economía, los registros son también desastrosos. Mientras en 16 ciudades del territorio nacional la inflación acumulada en el último año supera el 10%, la más alta en décadas, el empleo formal ha sido sistemáticamente desincentivado a través de medidas populistas que lo encarecen y solo benefician al magro 20% que ya goza de ese privilegio, en tanto la actividad minera ha sido atacada con un discurso incendiario contra las empresas que la realizan y los conflictos sociales que tienen maniatado su potencial productivo imperan en todos los rincones donde podría florecer (sobre todo en Cuajone y Las Bambas), beneficiando a través de impuestos, regalías y cánones a la población de esas mismas regiones y a la población del país en su conjunto. Entretanto, el precio del dólar, que se vería positivamente afectado por el mayor ingreso de divisas que el incremento en la exportación de metales generaría, ha llegado a S/3,93. No tanto como los S/4,14 que alcanzó en la cúspide de la desconfianza hacia el actual régimen, pero igualmente perjudicial para quienes consumen bienes importados o tienen deudas contraídas en esa moneda. Paralelamente, las expectativas empresariales y las proyecciones de crecimiento económico para este año se contraen de manera significativa (en junio, el BCR ajustó su cálculo inicial del 3,4% al 3,1%, una cifra que sigue pareciendo optimista); y, solo en los primeros seis meses del año, la inversión pública cayó 13,5%. En seguridad, no se distingue avance alguno. Por el contrario, lo que avanza es la criminalidad en las calles: una circunstancia que tiene relación directa con los permanentes cambios en el sector Interior y con el escándalo de los ascensos “comprados” en la Policía Nacional. Por cierto, nada rescatable puede encontrarse en su gestión de (des)gobierno a lo largo del año que paso, donde si se pudo de manifiesto, es su capacidad para robar a manos llenas las Arcas Públicas, tanto el cómo su familia de muertos de hambre, por lo que ahora son millonarios, lo que nos lleva al más grande de los problemas que lo enlodan hasta el infinito: la corrupción. Un mal que está en el origen y en las consecuencias de todos los desaguisados realizados por el inquilino de Palacio. Jamás en la historia del Perú, un gobernante en funciones había sido investigado por innumerables delitos cometidos durante su ejercicio del poder, quien de momento tiene cuatro pesquisas de esa naturaleza abiertas por el Ministerio Público, aparte de una quinta por plagios en su tesis para obtener el grado de magíster que pone en entredicho “su honestidad intelectual” como si alguna vez este pobre analfabeto e iletrado lo hubiera tenido. Las otras cuatro, en cualquier caso, están referidas a la orientación de licitaciones desde el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), a una compra de biodiésel por Petro-Perú ya anulada, a la intervención en los procesos de ascenso en las Fuerzas Armadas y la PNP, y por encubrimiento personal a los prófugos Juan Silva (extitular del MTC), Fray Vásquez Castillo (su sobrino) y Bruno Pacheco (exsecretario del despacho presidencial, quien recientemente se ha entregado a las autoridades). Un cuadro que, en opinión de la fiscalía, lo coloca en el centro de una organización criminal. Hay que sumarle a ello los casos focalizados en otros sectores (como contrataciones de parientes, utilización de recursos del Estado en beneficio personal, etc.) que se explican por una atmósfera de tolerancia hacia ese tipo de prácticas instalada en la corrupta administración que encabeza. En cuanto a su incoloro e insípido Mensaje a la Nación el 28 de julio, poco hay que decir. Como un diario lo titulo en su portada: “Fuera de la realidad” porque pinto en su discurso preparado, un país de fantasía y del primer mundo - algo así como Suiza - y no pobre y miserable como el Perú, que hoy lo es más, ‘gracias’ a sus disparatadas decisiones, donde los pobres - que dice representar- no tienen ni que comer. Cercado por cinco investigaciones fiscales, con antiguos y actuales colaboradores y familiares cuestionados, investigados o prófugos, las expectativas por lo que ese vil sujeto pudiera decir en su discurso estaban, a decir verdad, por todo lo alto. Más aún, cuando él mismo había adelantado semanas atrás que su mensaje de este año traería “más de una sorpresa” que muchos interpretaron como la disolución del Congreso, su renuncia al cargo o una llamada a elecciones generales, pero nada de ello ocurrió. Por el contrario, fue un discurso demagógico y ramplón que repitió una y otra vez las mismas taras de victimización, omisiones y falacias que han caracterizado su mísera retórica desde el primer día. Sostuvo, en primer lugar, que el propósito de su mensaje era el de informar sobre “aquellos logros” que los medios de comunicación, en sus palabras, intentaron “ocultar” para dedicarse “a difamar y a mentir, acusándonos sin ninguna prueba”. “Se ha ocultado lo que hemos hecho en estos 12 meses” y “solo se emiten mentiras y noticias falsas de Pedro Castillo”, señaló en diferentes momentos. La verdad, no obstante, es que, por un lado, los medios no tienen por qué ser caja de resonancia de un denostado régimen ni trabajar ‘hermanados’ con el Ejecutivo, como sugirió tiempo atrás la vicepresidenta Dina Boluarte. Lo que necesita una democracia es una prensa que sea una herramienta de fiscalización de quienes ostentan el poder, no su comparsa. Y, por el otro, ¿de qué ‘ocultamiento’ habla cuando él ha vivido en las sombras en estos 12 meses ha sido él, escondiéndose de los micrófonos de los reporteros en las calles, negándose a dar entrevistas y hasta frecuentando lugares ajenos a Palacio de Gobierno a los que también llegaban funcionarios y empresarios con intereses en licitaciones públicas? Sostuvo hipócritamente, que él “se somete a la justicia para aclarar los delitos que se me pretenden imputar” cuando ello es completamente falso, ya que ha sido desmentido por los hechos en más de una ocasión. Extraña forma esa de allanarse, sin duda, de quien cesó arbitrariamente al procurador general que lo denunció ante el Ministerio Público, que despidió a un ministro del Interior que le imprimió algo de interés a la captura de sus allegados prófugos y cuya defensa legal ha planteado cuanto recurso ha podido para intentar frustrar las investigaciones fiscales en su contra. No está de más recordarle que una de las pesquisas en su contra es por encubrimiento personal y que el compromiso de su gestión por la transparencia y la rendición de cuentas están más ausentes que su sobrino y su exministro de Transportes a los que la policía aún sigue buscando y a los que el propio Castillo protege, tal como confesó recientemente el detenido Bruno Pacheco. Ciertamente, hubo otros pasajes del mensaje en los que el correlato entre los dichos del usurpador del cargo y la realidad era, por decir lo menos, problemática. Cifras fantasiosas como aquellas relacionadas “con el crecimiento económico de este año, la inversión privada o la reducción de la pobreza” fueron presentadas de manera engañosa. También hubo omisiones que no pasaron desapercibidas, como los anuncios sobre qué hará “para gestionar los conflictos sociales” que han venido paralizando importantes operaciones mineras, o la captura de los prófugos de su administración. Pero, sin duda, la omisión más grande tuvo que ver con aquella dosis de autocrítica que algunos esperaban y que nunca llegó. No está de más recordarle que si su régimen hoy se balancea sobre el abismo, es en buena cuenta por culpa suya y no de la prensa que pone al descubierto sus delitos. Por su propensión desde el día uno a dar cabida en su administración a gentuza de la peor calaña, salidos de algún presidio y con reconocidos lazos con el narcoterrorismo. Y, sin embargo, lo que se vio fue a quien de una forma desesperada, intenta convencer a los peruanos (o quizá de convencerse a sí mismo) de que, si “los numerosos logros de su gestión” no se conocen tanto como los numerosos cuestionamientos en su contra, “es debido a los malvados medios de comunicación”. Pero, lo único de lo que nos ha convencido es de que su divorcio de la realidad es tan grande como aflictivo :(
“Para combatir al enemigo, primero hay que conocerlo” es una máxima de Sun Tzu, escrita en su suprema obra Arte de la Guerra, la cual me guía para presentar esta serie, en la cual mostramos al mayor responsable de una ola de crímenes y destrucción que padeció el país andino en las últimas décadas del pasado siglo, quien se valió de hordas asesinas para tratar de imponer sus demenciales ideas mediante el uso de la violencia, el cual por cierto, cayó como un pelele en manos de la policía en 1992, quien condenado por sus monstruosas atrocidades a Cadena Perpetua, murió en la cárcel en el 2021. Obviamente nos referimos a Abimael Guzmán y al grupo terrorista por el creado, Sendero Luminoso. Como anotamos en el anterior capítulo, una vez que Gonzalo doto de ideología a su movimiento subversivo, era primordial que estos se impongan para lograr sus perversos fines, que no era otro que instaurar una sangrienta dictadura comunista en el Perú. Cuando en unas controvertidas elecciones, Kenyo Fujimori ocupó Palacio de Gobierno en julio en 1990 (sin imaginar que pasado dos años, daría un autogolpe de Estado instaurando un régimen dictatorial), Sendero Luminoso contaba con el 2 % de simpatizantes a nivel nacional, vale decir de acuerdo a la población de la época a más de cuatrocientas mil personas. Estas constituían una importante base social y cantera de nuevos terroristas de acuerdo a un informe de inteligencia elaborado por José Paéz Warton, estratega del desaparecido Comando del Frente Interno (COFI) del sector Defensa. Además, la banda maoísta contaba con el denominado “Ejército Guerrillero Popular” (EGP), integrado por aproximadamente cinco mil criminales provistos de armas de guerra y un número no precisado de destacamentos de aniquilamiento que operaban descentralizadamente en las principales ciudades del país dando muerte a autoridades, líderes comunales y todo aquel que se opusiera al demencial “pensamiento Gonzalo”. De allí, que tomando en cuenta las experiencias de la guerrillas de Malasia (1948 – 1960), China (1927-1949) y entre otras, la de Filipinas (1927 – 1946), estrategas del Grupo de Trabajo sobre Incidentes Terroristas estadounidenses advirtieron que derrotar a Sendero “demoraría por lo menos veinticinco años” sin imaginar que el mismo año del autogolpe de Fujimori, donde Sendero se mostraba más activo que nunca - con Lima como centro de su accionar asesino - cayera el propio Abimael Guzmán en manos de la policía, desarticulando su organización genocida, de la cual quedaron algunos remanentes que se negaron a reconocer su derrota, refugiándose en el impenetrable valle del Ene (ubicada en la Amazonia) convirtiéndose en un cartel del narcotráfico, pero no nos adelantemos a los acontecimientos ¿vale? Es por ello que a continuación, es preciso detallar como estaban organizadas estas hordas asesinas que desangraron al Perú. El 8 de octubre de 1980 a sólo tres meses de la activación del Movimiento de Iniciación de la Lucha Armada (ILA) se reunió el “Comité Ampliado• de Sendero en el que se hizo un balance de las primeras acciones subversivas para analizar cuando se debería dar paso a la “guerra de guerrillas”. En dicha reunión - según fuentes del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) - Julio César Mezzich Eizaguirre, alto dirigente de SL, reprochó a Abimael Guzmán el que las acciones del Partido se vinieran ejecutando indistintamente en las ciudades dándole más importancia que a las realizadas en el campo, lo que suponía una desviación de la “pureza ideológica, ya que la ideología popular se orientaba a cercar las ciudades desde el campo”. A criterio de expertos en guerra antisubversiva, el declarar la dualidad de la “lucha armada” en ambos espacios fue un grave error, no sólo causó un giro inesperado en la estrategia terrorista sino que transformó el discurso de Sendero en algo gaseoso ya que no era posible de que llevara su insensata guerra al ámbito citadino. En la misma reunión de la cúpula maoísta se diseñaron las nuevas estrategias genocidas. Estableciéndose que el inició de la “guerra de guerrillas” debía empezar con fuerza entre octubre y diciembre de ese año. Estimulando la “lucha de clases” en zonas rurales (enfrentado a propietarios de pequeños fundos con comuneros,) convirtiendo al campo como escenario principal, lo cual se evidenció con invasiones y destrucción de centros productivos. Contemplándose iniciar entonces la “guerra de guerrillas” previa formación del •Ejército Guerrillero Popular. Luego se consideró la formación de “destacamentos especiales”• (columnas) dependiente de los “Comités Regionales” senderistas y cuya misión fue ejecutar asesinatos selectivos de autoridades civiles y militares. Es de esa manera como a punta de torturas y masacres, Sendero consiguió establecer “Bases de Apoyo” en numerosas zonas andinas y de cejas de selva, donde tuvieron en cautiverio a cientos de campesinos y pobladores de comunidades nativas, en especial de la etnia asháninka, donde esclavizaron a mujeres y niños. En esas circunstancias el EGP creó tres fuerzas: •”principal”, “local”• y de “base” con las que ejecutó movilizaciones, sabotajes, asaltos, hostigamientos y genocidios en pueblos que se negaron a someterse al “pensamiento Gonzalo”. Ante el avance de la subversión entre abril y mayo de 1981 durante la “II Conferencia Nacional” de Sendero Abimael Guzmán salió fortalecido como líder indiscutible y su “pensamiento guía” entronizado. Es decir, convertido en dogma. Ese cónclave que reunió a los jerarcas de Sendero evaluó desplegar la “guerra de guerrillas” ante la ineptitud de los servicios secretos del régimen de aquellos años les había permitido éxitos en su accionar genocida. Así se dio paso a los que Abimael Guzmán llamó “batir el campo” que significó arrasar con todo con miras a la construcción del “nuevo poder”, a través de los “comités populares” Su mayor preocupación - según reveló en años posteriores tras su captura, durante los diálogos que sostuvo con Vladimiro Montesinos y otros analistas del desaparecido Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) - se centró en evitar que durante la conducción de esa escalada de horror y muerte lo “militar” terminase imponiéndose sobre su demencial proyecto político. En esa ocasión en que también mencionó sus conceptos sobre la violencia recordando lo que había declarado en la famosa “Entrevista del Siglo”• publicada por el vocero senderista “El Diario” donde textualmente declaro: “Partimos de un principio establecido por el presidente Mao Tse Tung: la violencia es una ley universal sin excepción alguna, quiero decir la violencia revolucionaria; esa violencia es la que nos permite resolver las contradicciones (….) es una cuestión sustantiva del marxismo, porque sin violencia revolucionaria no se puede sustituir una clase por otra, no se puede derrumbar un viejo orden para crear uno nuevo, un nuevo orden dirigido por el proletariado (…)”. Indudablemente Guzmán se movía entre los espectros de Marx, Lenin y Mao. Su estrategia fue estructurada bajo los cánones maoístas olvidando que en tiempos del líder chino existía la esclavitud, millones de chinos vivían pauperizados y que el Perú no podía compararse a lo que ocurrió en el país asiático. Razón por la cual el autodenominado “presidente Gonzalo” se vio forzado a estructurar planes y más planes y dentro de ello implementar sanguinarias masacres y crímenes para mediante el terror intentar neutralizar el rechazo de todos los peruanos. El “presidente Gonzalo” según confesó, había previsto lograr sus objetivos de fundar su utópica “República Popular de Nueva Democracia” (RPND) entre 1997 y el 2000 pero el trabajo integrado de las fuerzas armadas y policiales impidieron tal siniestra premonición. La creación de esas bandas asesinas dio lugar a una clara diferencia entre el accionar terrorista. El “Ejército Guerrillero Popular” asestaba golpes a poblaciones, entre tanto los “destacamentos de aniquilamiento” daba muerte a todo aquel que era considerado opositor al “pensamiento Gonzalo”. Las columnas del EGP arrasaron con pueblos enteros y siempre tuvo en sus filas un ideólogo (encargado de realizar proselitismo), un “mando político” y un “mando militar”• Un primer pelotón con propaganda y seguridad, un segundo pelotón para cumplir acciones estrictamente militares (sitiar el área donde iba a realizarse la incursión) y un tercer pelotón que se encargaba de segar la vida de los pobladores, según analistas del SIE. Las directivas incluían las previsiones para desarrollar una segunda avanzada, es decir, siguiendo la clásica metodología comunista de las “organizaciones paralelas” para tener una fuerza de reserva, lista para entrar en acción cuando la fuerza principal operaba. En la práctica esta segunda avanzada sirvió para mantener la continuidad de las acciones, ya que cuando la fuerza principal era anulada por las patrullas militares, aquella aparecía intentado dar la imagen de huestes con potencial bélico que en realidad no existían. Y es que en lugar de haber alcanzado el “equilibrio estratégico” que esgrimía vomitivamente su propaganda, esta nunca se dio, como se verá en la siguiente entrega (Próximo capítulo: “Hacia la conquista del Poder”) :(