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sábado, 30 de julio de 2022

PERÚ: Annus horribilis

Como sabéis, el filosenderista Pedro Castillo acaba de cumplir un año en el poder, al que por cierto, llego mediante el fraude - lo cual no puede ser olvidado en ningún momento - y el balance de lo que va de su desastrosa gestión no podría ser peor, dominado por las alarmas que enciende una omnipresente corrupción. Cuatro presidentes del Consejo de Ministros, 59 ministros a los que se les ha tomado juramento en general y siete en la cartera del Interior en particular (todos con un amplio prontuario delictivo), dan una idea de la inestabilidad y falta de norte que existe en el régimen. Pero no son esas las únicas cifras que encienden alarmas en la opinión pública. Un informe elaborado por la empresa consultora Métrica y divulgado en las redes ha puesto sobre el tapete otros datos que confirman que la permanente situación de crisis en la que los peruanos estaban habituados a vivir durante décadas, ha alcanzado ahora niveles que hacen parecer todo lo anterior un vago trance ingrato. En efecto, la desaprobación de la gestión de ese oscuro individuo en el país andino, que siempre fue elevada, ha llegado a niveles inauditos, como consecuencia de su incapacidad manifiesta, absoluta incompetencia e improvisación mostrada hasta el hartazgo desde que usurpó el cargo. En Lima, además, la desaprobación se empina hasta el 87% y sigue subiendo. Una clara indicación de que el sujeto en cuestión - de limitado lenguaje y nula inteligencia - ha perdido rápidamente la mayor porción del respaldo entre la ciudadanía que de una forma estúpida lo escogió como “el mal menor”. Y vaya que se equivocaron, al elegir a un terrorista afín a Sendero Luminoso. De otro lado, diez han sido los ministros interpelados por el Congreso y cuatro, los censurados; amén de aquellos que renunciaron ante la evidencia de que pronto correrían esa misma suerte. Una elocuente muestra de que, casi invariablemente, las personas que esta administración ha nombrado en la función pública fueron elegidas con un criterio que no era precisamente el de su idoneidad técnica o moral para el cargo. No en vano, acumula 138 designaciones cuestionadas y ha protagonizado un escándalo cada 36 horas. Los contactos con la prensa, por otra parte, han sido escasos - quedando de la peor manera por su verborrea populista para tratar de disimular sus carencias - y el trato hacia los periodistas, abiertamente hostil, azuzando a una indiada ignorante en el interior del país con sus incendiarias proclamas de plazuela para que los agredan y hasta los secuestren, pero nada les pasa por ello, ya que tienen patente de corso para seguir haciéndolo con total impunidad, porque se sienten “blindados” desde Palacio. Un síntoma inequívoco de la tirria de este aprendiz de dictador hacia la transparencia y el rencor que le guarda al gremio responsable de las múltiples denuncias que lo tienen contra las cuerdas, por lo que más temprano que tarde, terminará junto con su banda criminal en prisión - Yanamayo, Challapalca o El Frontón - purgando sus delitos. En lo que concierne al manejo de la economía, los registros son también desastrosos. Mientras en 16 ciudades del territorio nacional la inflación acumulada en el último año supera el 10%, la más alta en décadas, el empleo formal ha sido sistemáticamente desincentivado a través de medidas populistas que lo encarecen y solo benefician al magro 20% que ya goza de ese privilegio, en tanto la actividad minera ha sido atacada con un discurso incendiario contra las empresas que la realizan y los conflictos sociales que tienen maniatado su potencial productivo imperan en todos los rincones donde podría florecer (sobre todo en Cuajone y Las Bambas), beneficiando a través de impuestos, regalías y cánones a la población de esas mismas regiones y a la población del país en su conjunto. Entretanto, el precio del dólar, que se vería positivamente afectado por el mayor ingreso de divisas que el incremento en la exportación de metales generaría, ha llegado a S/3,93. No tanto como los S/4,14 que alcanzó en la cúspide de la desconfianza hacia el actual régimen, pero igualmente perjudicial para quienes consumen bienes importados o tienen deudas contraídas en esa moneda. Paralelamente, las expectativas empresariales y las proyecciones de crecimiento económico para este año se contraen de manera significativa (en junio, el BCR ajustó su cálculo inicial del 3,4% al 3,1%, una cifra que sigue pareciendo optimista); y, solo en los primeros seis meses del año, la inversión pública cayó 13,5%. En seguridad, no se distingue avance alguno. Por el contrario, lo que avanza es la criminalidad en las calles: una circunstancia que tiene relación directa con los permanentes cambios en el sector Interior y con el escándalo de los ascensos “comprados” en la Policía Nacional. Por cierto, nada rescatable puede encontrarse en su gestión de (des)gobierno a lo largo del año que paso, donde si se pudo de manifiesto, es su capacidad para robar a manos llenas las Arcas Públicas, tanto el cómo su familia de muertos de hambre, por lo que ahora son millonarios, lo que nos lleva al más grande de los problemas que lo enlodan hasta el infinito: la corrupción. Un mal que está en el origen y en las consecuencias de todos los desaguisados realizados por el inquilino de Palacio. Jamás en la historia del Perú, un gobernante en funciones había sido investigado por innumerables delitos cometidos durante su ejercicio del poder, quien de momento tiene cuatro pesquisas de esa naturaleza abiertas por el Ministerio Público, aparte de una quinta por plagios en su tesis para obtener el grado de magíster que pone en entredicho “su honestidad intelectual” como si alguna vez este pobre analfabeto e iletrado lo hubiera tenido. Las otras cuatro, en cualquier caso, están referidas a la orientación de licitaciones desde el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), a una compra de biodiésel por Petro-Perú ya anulada, a la intervención en los procesos de ascenso en las Fuerzas Armadas y la PNP, y por encubrimiento personal a los prófugos Juan Silva (extitular del MTC), Fray Vásquez Castillo (su sobrino) y Bruno Pacheco (exsecretario del despacho presidencial, quien recientemente se ha entregado a las autoridades). Un cuadro que, en opinión de la fiscalía, lo coloca en el centro de una organización criminal. Hay que sumarle a ello los casos focalizados en otros sectores (como contrataciones de parientes, utilización de recursos del Estado en beneficio personal, etc.) que se explican por una atmósfera de tolerancia hacia ese tipo de prácticas instalada en la corrupta administración que encabeza. En cuanto a su incoloro e insípido Mensaje a la Nación el 28 de julio, poco hay que decir. Como un diario lo titulo en su portada: “Fuera de la realidad” porque pinto en su discurso preparado, un país de fantasía y del primer mundo - algo así como Suiza - y no pobre y miserable como el Perú, que hoy lo es más, ‘gracias’ a sus disparatadas decisiones, donde los pobres - que dice representar- no tienen ni que comer. Cercado por cinco investigaciones fiscales, con antiguos y actuales colaboradores y familiares cuestionados, investigados o prófugos, las expectativas por lo que ese vil sujeto pudiera decir en su discurso estaban, a decir verdad, por todo lo alto. Más aún, cuando él mismo había adelantado semanas atrás que su mensaje de este año traería “más de una sorpresa” que muchos interpretaron como la disolución del Congreso, su renuncia al cargo o una llamada a elecciones generales, pero nada de ello ocurrió. Por el contrario, fue un discurso demagógico y ramplón que repitió una y otra vez las mismas taras de victimización, omisiones y falacias que han caracterizado su mísera retórica desde el primer día. Sostuvo, en primer lugar, que el propósito de su mensaje era el de informar sobre “aquellos logros” que los medios de comunicación, en sus palabras, intentaron “ocultar” para dedicarse “a difamar y a mentir, acusándonos sin ninguna prueba”. “Se ha ocultado lo que hemos hecho en estos 12 meses” y “solo se emiten mentiras y noticias falsas de Pedro Castillo”, señaló en diferentes momentos. La verdad, no obstante, es que, por un lado, los medios no tienen por qué ser caja de resonancia de un denostado régimen ni trabajar ‘hermanados’ con el Ejecutivo, como sugirió tiempo atrás la vicepresidenta Dina Boluarte. Lo que necesita una democracia es una prensa que sea una herramienta de fiscalización de quienes ostentan el poder, no su comparsa. Y, por el otro, ¿de qué ‘ocultamiento’ habla cuando él ha vivido en las sombras en estos 12 meses ha sido él, escondiéndose de los micrófonos de los reporteros en las calles, negándose a dar entrevistas y hasta frecuentando lugares ajenos a Palacio de Gobierno a los que también llegaban funcionarios y empresarios con intereses en licitaciones públicas? Sostuvo hipócritamente, que él “se somete a la justicia para aclarar los delitos que se me pretenden imputar” cuando ello es completamente falso, ya que ha sido desmentido por los hechos en más de una ocasión. Extraña forma esa de allanarse, sin duda, de quien cesó arbitrariamente al procurador general que lo denunció ante el Ministerio Público, que despidió a un ministro del Interior que le imprimió algo de interés a la captura de sus allegados prófugos y cuya defensa legal ha planteado cuanto recurso ha podido para intentar frustrar las investigaciones fiscales en su contra. No está de más recordarle que una de las pesquisas en su contra es por encubrimiento personal y que el compromiso de su gestión por la transparencia y la rendición de cuentas están más ausentes que su sobrino y su exministro de Transportes a los que la policía aún sigue buscando y a los que el propio Castillo protege, tal como confesó recientemente el detenido Bruno Pacheco. Ciertamente, hubo otros pasajes del mensaje en los que el correlato entre los dichos del usurpador del cargo y la realidad era, por decir lo menos, problemática. Cifras fantasiosas como aquellas relacionadas “con el crecimiento económico de este año, la inversión privada o la reducción de la pobreza” fueron presentadas de manera engañosa. También hubo omisiones que no pasaron desapercibidas, como los anuncios sobre qué hará “para gestionar los conflictos sociales” que han venido paralizando importantes operaciones mineras, o la captura de los prófugos de su administración. Pero, sin duda, la omisión más grande tuvo que ver con aquella dosis de autocrítica que algunos esperaban y que nunca llegó. No está de más recordarle que si su régimen hoy se balancea sobre el abismo, es en buena cuenta por culpa suya y no de la prensa que pone al descubierto sus delitos. Por su propensión desde el día uno a dar cabida en su administración a gentuza de la peor calaña, salidos de algún presidio y con reconocidos lazos con el narcoterrorismo. Y, sin embargo, lo que se vio fue a quien de una forma desesperada, intenta convencer a los peruanos (o quizá de convencerse a sí mismo) de que, si “los numerosos logros de su gestión” no se conocen tanto como los numerosos cuestionamientos en su contra, “es debido a los malvados medios de comunicación”. Pero, lo único de lo que nos ha convencido es de que su divorcio de la realidad es tan grande como aflictivo :(
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