La denominada procesión del Señor de los Milagros es una muestra de la nefasta influencia que en pleno siglo XXI aun ejerce en este país de pandereta la decadente y corrupta Iglesia Católica - protector de genocidas y encubridor de curas pederastas - sobre gran parte de los peruanos, quienes creen que esa imagen solucionara por arte de “magia” todos sus problemas. Es patético por eso ver cada año, generalmente durante el mes de octubre, a miles de ellos acompañando lentamente a esa tela pintada, que es cargada en unas andas por las estrechas y caóticas calles de Lima. Si bien cada vez son menos sus seguidores, no deja de ser repulsivo ver esa muestra de idolatría. Lo grotesco de todo es que sin saberlo, a quien en realidad están adorando no es a ese imaginario Cristo en la cruz, sino a una ancestral deidad prehispánica - Pachacámac - considerado según la mitología Inca, como el creador del Universo y señor de los temblores y terremotos.
En efecto, con la llegada de los españoles a estas tierras en el Siglo XVI, vinieron junto con ellos cual plaga de langostas, los sacerdotes, quienes iniciaron una “guerra a la idolatría” destruyendo miles de templos e imágenes “paganas”, sustituyéndolos por las “cristianas”, levantando mayormente sus iglesias sobre los antiguos centros de adoración indígenas. Eso sucedió en Lima por ejemplo, donde la Catedral fue construida sobre los cimientos de un gran templo piramidal, en la creencia de que “los indios vendrían de ahora en adelante a adorar al Dios verdadero en un antiguo lugar pagano” dicen los cronistas. Lo que no previeron es que si bien los nativos adoptaron rápidamente la religión “cristiana” lo hicieron para seguir adorando a sus dioses ancestrales, metamorfoseados en santos y vírgenes. Es el llamado sincretismo, que también se dio en otros lugares de América como Méjico, donde su Virgen de Guadalupe es en realidad la deidad azteca Tonatzin. Se dicen “cristianos”, pero son paganos de corazón. En relación a esa imagen que ilustra nuestra nota, tuvieron que inventar una historia por lo demás disparatada y que no resiste el menor análisis. Esta se remonta a la época colonial, en el siglo XVII cuando un esclavo africano dibujó a un Cristo negro en una pared de su choza en la plantación de Pachacamilla, en las afueras de Lima. La imagen permaneció en la pared, “a pesar de los diversos intentos de las autoridades que hicieron por borrarla” A mi con ese cuento. Su “fama” por así decirlo, nace como producto de un terremoto ocurrido en 1746, en el cual el muro no se derrumbo, a diferencia de las paredes circundantes que se vinieron abajo. Como resultado de este hecho fortuito y que nada tiene de “milagroso”, nació una adoración a dicha imagen, hasta convertirse en la más “venerada” de la ciudad. Lo que no dicen en su leyenda es que el Cristo que adoran actualmente, no es el mismo de la pared, ya que se trata de otro similar pintado sobre una tela, que es que llevan en procesión. De otro lado, durante esa festividad, es habitual ver a quienes lo celebran vestidos con hábitos morados, llevando cirios, cantando himnos y rezando mientras acompañan a la imagen, dejando tras de si las calles por donde circulan hechas una inmundicia, debido a la presencia de gran cantidad de vendedores que ofrecen a los asistentes una serie de platos típicos de esas fechas como son los llamados turrones, anticuchos y picarones, quienes sin reparo alguno comen en plena calle, arrojando los desperdicios a ella. Y esta escena se repite todos los años, sin que las autoridades pongan coto a este triste espectáculo.
Lo mas adecuado por ello sería que lo celebren únicamente en el interior de su templo ¿ no os parece?
:(