Hace unos días se dio a conocer el hallazgo de un galeón español cargado de riquezas procedente del Perú frente a las costas de Colombia, cuyo gobierno pretende quedarse con todo lo encontrado, valorizado en miles de millones de dólares a pesar de las protestas de España, que se cree con derecho a su posesión ya que el barco era de su propiedad.
Lo que llama la atención de todo ello es el silencio del gobierno peruano respecto al tema, cuando debería hecho oír su voz desde el primer momento ya que ese fabuloso tesoro legalmente pertenece al Perú, ya que allí provenía originalmente y que fue hundido por los piratas providencialmente frente a las costas de Nueva Granada (como se le conocía en ese entonces a Colombia). Al menos podrían repartírselo equitativamente entre los dos países, dejando los restos del galeón y sus cañones a España y todos contentos. Pero no, el gobierno calla en todos los idiomas y permite que los colombianos se apoderen de lo que no es suyo. En fin, como siempre el Perú no se hace respetar. Hacemos esta introducción porque es pertinente saber que frente a sus costas existe al menos un centenar de barcos hundidos, muchos de ellas de la época virreinal, cargadas de monedas de oro y plata, joyas y piedras preciosas. Y es que al ser Lima la capital del Imperio Ultramarino Español, desde allí eran transportadas a la Corte de Madrid - a través del puerto del Callao - galeones conteniendo fabulosos tesoros que eran una presa codiciada de piratas y corsarios al servicio de Inglaterra y Holanda, quienes los atacaban en el largo y peligroso camino hacia la Península, y varios de ellos al verse perdidos, eran hundidos por su propia tripulación para evitar caer en sus manos. Al ser imposible rescatarlos, se olvidaron de ellos y con el paso del tiempo, nadie se acordaba de los sitios donde se hundieron… hasta 1980. En esa época, Jorge Álvarez von Maack tenía 33 años y llevaba una década recorriendo el mar peruano, de Tumbes a Tacna, practicando caza submarina, su gran pasión. En muchas de sus inmersiones encontraba restos de barcos hundidos, y siempre se preguntaba qué habría ocurrido con ellos. ¿Una tormenta? ¿Acaso un ataque pirata? ¿Cuál habría sido su historia? Desde entonces, Álvarez- de profesión economista, publicista y periodista - dedicó los siguientes años a recorrer una y otra vez las aguas de Chorrillos, Barranco y Miraflores estableciendo perímetros del área del naufragio. Revisó cientos de documentos históricos y viajó a Sevilla a investigar en el Archivo General de Indias. Con paciencia y minuciosidad, reconstruyó su historia. Y en 1992, estuvo en condiciones de darla a conocer públicamente. La embarcación hundida en Chorrillos era el navío San Martín, buque insignia de la expedición libertadora de José de San Martín, que había naufragado accidentalmente el 16 de julio de 1821.Historias como la de este navío abundan, están desperdigadas en las profundidades del mar, a la espera de que los investigadores las rescaten de las aguas. Jorge Álvarez ha logrado reconstruir una parte reducida pero significativa de esas historias.
A la cabeza del Instituto Nacional de Arqueología y Ecología Marina (INAM), ha logrado establecer 85 sitios de naufragios frente a la costa peruana, desde Zorritos en Tumbes hasta Morro Sama en Tacna. Según sus cálculos, hay al menos un centenar de navíos, a la espera de ser investigados. Es de esperar - dice - que en buena parte de ellos se pueda hallar las riquezas que transportaban. Baúles con monedas de oro y plata, lingotes, joyas y piedras preciosas, además de instrumentos náuticos de altísimo valor. Sostiene que en los ochenta, una empresa extranjera, dedicada al rescate de barcos hundidos, investigó al respecto y calculó que las riquezas sumergidas en aguas peruanas podrían alcanzar un valor de hasta 10 mil millones de dólares. Álvarez Von Maack aclara que su propuesta no es entrar a saquearlo todo. Pero cree que la búsqueda de un beneficio económico puede ser un buen estímulo para que el Estado se interese por impulsar la arqueología submarina, una especialidad poco conocida en el Perú. Precisamente el Callao podría ser un paraíso para la búsqueda de tesoros. Solo en su rada (la zona exterior al puerto, donde los barcos sueltan anclas) debe de haber una treintena de barcos hundidos, según calcula el fundador del INAM. Ocho de esas embarcaciones son navíos españoles saqueados e incendiados por el pirata holandés Jaques L´Hermite, quien se estableció en la isla San Lorenzo a inicios de 1625 y desde donde sitió Lima durante cinco meses. Cuando se esperaba el asalto final a la ciudad, el pirata cayó enfermo y murió, así como gran parte de su tripulación, a causa de la disenteria. L´Hermite y los demás fueron enterrados en la isla y el resto zarpó. Cuando, en 1987, Álvarez Von Maack y otros investigadores llegaron al lugar, pudieron encontrar los cadáveres de algunos de los filibusteros. Otro naufragio reconstruido por Álvarez es el de unos jesuitas españoles que ante la llegada de las tropas del Ejército Libertador decidieron huir de Lima, llevándose consigo todas las riquezas que pudieron robar de las iglesias. Zarparon del Callao sin contratiempos pero a la altura de Ancón fueron atacados intempestivamente. El ataque fue tan violento que la nave se hundió llevándose al fondo del mar todo su valioso cargamento. En 1990, la Marina convenció a Álvarez de emprender su búsqueda. Utilizando un sonar, recorrieron la zona señalada durante dos semanas aparentemente sin encontrar nada. En ocasiones, los buscadores de tesoros ilegales tienen mejor suerte. A mediados de los ochenta llegó a una de las playas de Huacho un grupo de buzos franceses, pertrechados de botes Zodiac y de los más modernos equipos de la época. Durante semanas recorrieron las profundidades aledañas a las islas de Huacho. Hasta que un día se fueron, sin más. Tan súbitamente que abandonaron sus costosos equipos en la orilla. La leyenda local dice que el tesoro que encontraron fue tan valioso que no les importó dejarlo todo.
Con tantas historias, con tantas posibilidades de encontrar fama y fortuna, es inevitable preguntarse por qué no hay decenas de empresas buscadoras de tesoros frente a las costas peruanas. Jorge Álvarez sostiene que el poco interés de estas compañías se debe a que el mar es oscuro y es muy difícil explorarlo, mientras que en muchas otras partes del mundo - el Caribe, por ejemplo, o el Mediterráneo - hay muchos barcos hundidos y mejores condiciones y equipos para rescatarlos. Lo que importa, dice Álvarez, “es investigar por nuestra cuenta, aún con nuestras limitaciones” aseveró. Por lo menos, ganas no le faltan :)