Uno de los productos mas usados a diario es el fósforo o cerillo, que muchos lo han utilizado alguna vez en sus vidas, ya sea para utilizarlos en tareas de manualidades, prender la cocina o encender un cigarro. Si bien hoy existen encendedores que los han reemplazado, su bajo precio y ser fácilmente accesibles, han posibilitado que sigan siendo muy populares. Sin embargo, ellos también tienen su historia y que mejor manera que ocuparnos en Fiestas Patrias de un producto como el que ilustra la nota, tan identificado con este país ¿vale?.Su invención se dio por accidente en el año 1826, todo gracias a los experimentos del químico y farmacéutico John Walter, quien trataba de crear un nuevo explosivo pero al remover una mezcla de productos químicos con un palito, se dio cuenta que uno de los extremos de éste estaba cubierto con fósforo, por lo que procedió a frotarlo con una superficie áspera para eliminarlo; la gran sorpresa fue que este se prendió. Tal fue el inicio de los cerillos que, sin embargo, no fueron patentados y mejorados sino hasta 1839 por Samuel Jones, quien además los comercializó originalmente con el nombre de lucíferos. Aproximadamente hacia 1840 llegaron al Perú y ocho años más tarde la masificación de su uso era evidente. Ya en 1866 existían en el Callao fábricas como El Sol, La Peruana y La Luciérnaga, fundada esta ultima en 1899. De igual manera cabe recordar que en 1892 había nacido la Fábrica de Fósforos. De pronto, hubo una sutil abundancia de marcas. Todo ello cambio en 1926 cuando mediante una ley firmada por el dictador Augusto B. Leguía se creo la Compañía de Fósforos del Perú, prohibiendo además la producción y comercialización de otras marcas, con el fin de instaurar un monopolio en beneficio de la oficial, La Llama. Así las cosas, el contrato firmado por el Perú y la Svenska Tandstiks Aktiebolaget de Estocolmo especificaba como único producto legal las cajitas de borde marrón y diseños precolombinos que hoy conocemos, además de incluidas las siglas SMC (Swedish Match Co.). Y claro, la famosa llama de pelaje oscuro parada solitaria sobre una loma, bajo un cielo amarillo y nubes rosas y heladas montañas azules. Y aquí un dato que varios deben tener en cuenta: se afirma que el autor del popular auquénido fue nada menos que José Sabogal, un conocido pintor indigenista a quien le habría sido encargado dicho trabajo. Actualmente, la pequeña caja sigue produciéndose a cargo de la Cia. Nacional de Fósforos La Llama S.A y tiene el valor de 30 céntimos. Como podéis imaginar y debido a su fama, a lo largo de los años se han creado distintas versiones del animal, copias que la hicieron muchas veces parecer a un camello, mismo Joe Camel. Hoy la nueva versión intenta acercarse lo más fielmente posible a la original. A escasos 5 años de cumplir un siglo de creación, La Llama es una de las marcas más recordadas y posicionadas en el mercado nacional, donde existen otros fósforos que si bien tratan de imitarla en su presentación, utilizando motivos peruanistas - como Inti por ejemplo - no podrán superarla. Te llama la llama :)