La trágica situación en la que se debate el país andino bajo el vizcarrismo en la pandemia del Coronavirus, ha llamado últimamente la atención de diversos medios internacionales quienes se preguntan como pudo haber caer caído tan bajo el hasta hace poco considerado “el alumno aventajado” del neoliberalismo en la región, cuya falsedad en las cifras de crecimiento económico que presentaban y del que se ufanaba tanto, distaba mucho de la realidad. Al respecto, The New York Times publico a inicios de semana un desgarrador informe titulado ‘Virus Exposes Weak Links in Peru’s Success Store’, donde da cuenta de cómo la profunda desigualdad existente y la corrupción endémica a todo nivel en el (des)gobierno compuesto por improvisados y arribistas de todo pelaje, frustraron cada una de las medidas tomadas tardíamente como una respuesta desesperada para enfrentar al virus, el cual se ha vuelto incontrolable, haciendo volar por los aires su ‘éxito’ económico, al punto de que se han producido - según la base de datos del Sistema Informático Nacional de Defunciones (Sinadef) dados a conocer este viernes - cerca de 25.000 muertos, cifra muy lejana de las maquilladas por Palacio. Es por ese motivo que he decidido traducir y reproducir el artículo, entrecomillado claro esta ¿vale?: “Perú se debate en una crisis sin final debido a las nulas acciones tomadas para controlar la pandemia del Coronavirus, lo que ha traído como consecuencia que se haya convertido en uno de los epicentros más críticos en el mundo: sus hospitales están abrumados y la gente huye de las ciudades. La crisis ha estropeado el ilusorio progreso económico del cual se vanagloriaba, exponiendo en toda su crudeza la profunda desigualdad existente en el país y la corrupción institucionalizada fuertemente arraigada en todas las instituciones del Estado que han obstaculizado la respuesta a la pandemia. “Nos pidieron todos quedarnos en casa, pero hay muchas personas que no tienen ahorros, y eso ha sido imposible. Nos pidieron lavarnos las manos, pero solo uno de cada tres hogares pobres tiene acceso a una red de agua potable”, dijo Hugo Ñopo, investigador en el grupo de análisis Grade. Solo la mitad de los hogares peruanos tiene refrigeradoras, agregó, lo cual obliga a muchas familias a volver a diario a los mercados abarrotados, una importante fuente de contagio. La tragedia del Perú se desarrolla en medio de una explosión más amplia del virus en América Latina, que de un remanso pasó a ser un epicentro de la pandemia en los dos últimos meses. Cerca de 1,5 millones de personas han dado positivo en la región y los expertos dicen que el número real de infecciones es mucho mayor, especialmente en el Perú y Brasil, donde sus autoridades ocultan las verdaderas cifras de sus muertos. Las cifras siguen aumentando de manera pronunciada y lo peor parece estar lejos de terminar. Con el invierno a punto de llegar en la parte sur de la región y la temporada de huracanes en el norte, la Organización Mundial de la Salud advirtió esta semana que las condiciones climáticas adversas podrían llevar a un nuevo aumento de las infecciones y entorpecer la respuesta a la pandemia. Perú tiene alrededor de 6000 muertes confirmadas ‘oficialmente’ de la COVID-19 y más de 200.000 infecciones, pero los expertos dicen que las cifras se quedan cortas al reflejar la verdadera dimensión de la tragedia. En mayo, la tasa de mortalidad en Perú -por todas las causas - fue el doble que el promedio de los últimos años, según los datos recopilados por diversos medios europeos y estadounidenses - entre ellos el propio The New York Times - lo que sugiere un número de muertes por Coronavirus de dos a tres veces la cifra confirmada por laboratorio. Miles de pacientes con síntomas fallecen sin que se les haga una prueba y no aparecen en las cifras ‘oficiales’. La ferocidad del brote de la enfermedad en el Perú rivaliza con la del vecino Brasil, donde Jair Bolsonaro - al igual que Martín Vizcarra - ha ignorado en gran medida los consejos de los especialistas y se ha rehusado a tomar medidas efectivas para controlar el contagio. ‘Los resultados no han sido los que exactamente esperábamos’, admitió Vizcarra el mes pasado, tratando de ‘justificar’ su fracaso. ‘Esta no es solamente una crisis de salud, es una crisis social y económica sin precedentes’. Antes de la pandemia, las cosas estaban mejorando para Eduardo José Domínguez, de 29 años, quien administraba una tienda de sándwichs en las afueras de Lima, la capital de Perú. Pero cuando la tienda se cerró por el confinamiento, él tomó trabajos ocasionales como carpintero o vigilante nocturno para pagar las cuentas, y trabajó unas 15 horas al día hasta que se puso tan enfermo con los síntomas de la COVID-19 que apenas podía caminar. “Solo quería dar sustento a su familia”, dijo su esposa, Ana Ponte. Durante días, solicitó ayuda médica mientras su esposo se iba quedando sin aliento por falta de aire, pero le dijeron que los hospitales ‘no estaban admitiendo nuevos pacientes’. El día que murió, ella intentó en vano reanimarlo mientras esperaba una ambulancia que llegó demasiado tarde. El rápido descenso del Perú - de una aparente bonanza económica al de un desastre sin precedentes - ha desanimado a sus 32 millones de habitantes y provocado un examen de conciencia nacional. Años de aparente crecimiento económico impulsado por las exportaciones mineras y agrícolas, así como por sus no tan desacertadas políticas financieras, habían convertido al país en una rara estrella en el horizonte de estancamiento latinoamericano. Bajo una serie de presidentes proempresariales, millones de peruanos creyeron mejorar su situación económica, lo que les permitió enviar a sus hijos a escuelas privadas, instalar agua potable o iniciar pequeños negocios, pero era un espejismo, ya que todo estallo con la llegada del Coronavirus, y de la peor manera. Sucede que el confinamiento de tres meses ha expuesto la fragilidad del progreso económico del Perú, ha reconocido Pablo Lavado, economista de la Universidad del Pacífico en Lima. Dos décadas de aparente ‘crecimiento económico’ elevaron muchos ingresos solo para las clases más pudientes, pero no abordaron la profunda desigualdad y trajeron pocos empleos estables y nula inversión en atención médica, lo que redujo a cero la efectividad de las medidas adoptadas por Vizcarra contra la pandemia. Lavado dijo que muchos peruanos se encuentran en la misma situación que Domínguez: obligados a correr el riesgo de contraer el Coronavirus en lugar de quedarse en casa y morir de hambre. “En el Perú nos congratulábamos por empezar a ser un país de clase media”, dijo. “Pero resulta que esta es muy vulnerable, muy frágil y descubrimos que vivíamos en una gran mentira”. Otro obstáculo ha sido la corrupción arraigada en el país que Vizcarra prometió enfrentar cuando asumió el cargo hace dos años y que no lo hizo porque también es parte de ella al estar acusado de graves delitos por lo cual tendrá que responder ante la justicia tarde o temprano. De momento tres ex presidentes (Toledo, Humala y Kuczynski) están profundamente involucrados en una investigación en curso sobre millonarios sobornos recibidos de parte de la constructora brasileña Odebrecht. Otro expresidente (García) se suicidó el año pasado para evitar ser arrestado por ese mismo motivo. Y por si fuera poco, un exdictador (Fujimori) está encarcelado luego de ser condenado ejemplarmente a 25 años de prisión por sus múltiples violaciones a los derechos humanos, malversación de fondos públicos y abuso de poder. Asimismo, los fiscales anticorrupción han abierto más de 500 investigaciones desde que comenzó el confinamiento, el 16 de marzo, y a menudo investigan informes sobre funcionarios que se embolsaron dinero destinado a ayuda alimentaria o equipos de protección personal. Más de veinte casos tienen que ver con la policía o las fuerzas armadas. Llama la atención que si bien los actos de corrupción se han multiplicado durante este gobierno, los fiscales no sean diligentes para investigar a Vizcarra y sus ministros, ya que sus delitos son tan graves que por mucho menos, otros hayan sido condenados y cumplan prisión efectiva. De otro lado, los programas de ayuda no han llegado a muchas de las personas que realmente los necesitan. Sin trabajo y temerosos del virus en las ciudades abarrotadas, decenas de miles de peruanos han regresado a sus pueblos de origen, muchos de ellos a pie. Incluso muchas personas han empezado a mendigar de puerta en puerta. Entre los más vulnerables está el casi millón de migrantes venezolanos que desde el 2016 habían llegado en masa al Perú desde su tierra natal debido al irresponsable ofrecimiento del gobierno de Kuczynski - en su odio al gobierno venezolano - de abrir las fronteras para que ingresen sin documentación alguna, ofreciéndoles “trabajos remunerados, casas cómodas y mejores condiciones de vida” pero nada de ello ocurrió. Vistos con gran hostilidad por la inmensa mayoría de peruanos, quienes los acusan no sin razón de haber incrementado la delincuencia y la inseguridad en las calles a niveles nunca vistos y que no son candidatos para recibir los estipendios del gobierno, careciendo además de redes familiares cercanas en las cuales apoyarse, por lo que miles de ellos han emprendido el arduo viaje a pie de regreso a Venezuela. Una excepción era Domínguez, quien llegó a Perú hace dos años y estaba entre los venezolanos que se quedaron. Había ganado lo suficiente como para que él y su mujer tuvieran un segundo hijo el otoño pasado, una decisión que habían pospuesto durante años. Este año planeaba visitar Venezuela con sus primos, ansioso por presentarles a su hijo recién nacido. Cuando una ambulancia llegó a su casa, minutos después de su muerte, los médicos le dijeron a Ponte ‘que no disponían de pruebas para confirmar si tenía Coronavirus’; su esposo se convertía así en uno más entre las legiones de víctimas no incluidas en el recuento oficial. Y encima le dijeron que no tenían dónde almacenar su cuerpo. “La ayuda no llegó. La ayuda no llegó. Yo lloraba a gritos y nadie vino”, dijo Ponte, mientras lloraba amargamente y el cuerpo de su esposo yacía en una bolsa negra afuera de la habitación donde estaba sentada en una cama con su hijo de diez años y su bebé de ocho meses. ‘Era todo para nosotros’ dijo desconsolada” puntualiza la nota. Y así como este terrible drama, miles de casos similares se repiten en todo el país a causa de la improvisación mostrada por esa banda de parásitos e incapaces que han destruido a conciencia al Perú ¿Habrá alguna sanción para estos miserables? No deben quedar sin castigo :(