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martes, 30 de marzo de 2021

LA PIEDAD DE MIGUEL ANGEL: Una joya del renacimiento en el fin del mundo

Una tarde de 1972, una misteriosa comitiva enviada por el Papa Paulo VI llegó a la pequeña ciudad de Lampa, en la cima de los andes peruanos. Quienes los vieron aún los recuerdan agitados por la falta de oxígeno. O quizás era por la urgencia de su misión. Habían viajado 10.500 kilómetros desde Roma para buscar en ese sitio insospechado uno de los diseños más famosos del genio italiano Miguel Ángel Buonarroti, muerto en el siglo XVI: una réplica exacta de su escultura de La Piedad. La escena podría haber sido parte de una novela de intrigas vaticanas, pero no lo era. En el interior de una capilla de la Iglesia de San Juan Apóstol, sobre la cima de la bóveda que guarda los huesos de los primeros pobladores del lugar, los esperaba la imagen de la Virgen María con el cuerpo de Jesús en su regazo. Pero a diferencia de la escultura original, que se ubica en la Basílica de San Pedro en El Vaticano, la de Lampa es completamente negra. ¿Qué tiene aquella réplica que motivó un viaje urgente al otro lado del mundo? Como recordareis, el 21 de mayo de 1972, un húngaro llamado Laszlo Toth saltó sobre la Piedad gritando que él era Miguel Ángel y la golpeó doce veces con un martillo. En segundos le rompió la nariz y un párpado, despedazó la mano izquierda y quebró la rodilla del Cristo. Cuando finalmente lo bajaron a la fuerza, sobre el suelo de la catedral se esparcían más de cien trozos de mármol. El delicado rostro de la Virgen, esculpido para verse más joven que su hijo y bella durante la eternidad, estaba destrozado. ¿Cómo hacer el milagro de restaurar una de las obras más impresionantes del renacimiento italiano? En medio de este debate, alguien encontró en los archivos vaticanos un dato inesperado. Una copia exacta de La Piedad había sido enviada varios años antes a la ciudad de Lampa, ubicada en el sur de los andes del Perú. Es así como a los pocos días del ataque, un equipo de arquitectos italianos llegó a Lampa, 3.900 metros más cerca del cielo que Roma. En el lugar, sin embargo descubrieron que La Piedad que había enviado la Santa Sede no era la única. Habían dos esculturas: una negra y una blanca. Hasta ahora es un misterio cómo el senador peruano Enrique Torres Belón convenció a Juan XXIII en 1960 de enviar la réplica a su natal Lampa. Se sabía que el Papa no era muy amigo de copiar piezas de arte únicas y menos repartirlas por el mundo. Y si hay algo único, eso es La Piedad. Miguel Ángel tenía 24 años cuando terminó de esculpirla en 1499. Quien observa la estatua original casi puede sentir la suavidad de los labios de María o los rizos de Jesús entre los dedos. El velo de la virgen más que de mármol asemeja la seda, y el brazo de Cristo parece tener sangre en las venas. Al momento de copiarla, los artistas italianos usaron un material más modesto: yeso blanco. "Pero cuando llegó a Perú era muy pesada y no podían ponerla sobre el domo, así que en Lima decidieron hacer una copia de la copia", cuenta el párroco de Lampa. Fue así como se forja en aluminio La Piedad negra que está hoy en la capilla. "El Papa la autorizó con la condición de que destruyeran la de yeso, sin embargo ello nunca ocurrió y actualmente se conserva en la biblioteca municipal", agregó. Lo irónico es que la delegación de 1972 tomó las medidas de la Piedad blanca, la que se salvó de ser destruida, para restaurar la original, que hoy luce en todo su esplendor. Y pensar que cuando la atacaron a martillazos, artistas de El Vaticano propusieron no restaurarla. Luego de que lo bajaran a golpes de La Piedad, Laszlo Toth fue internado en un hospital psiquiátrico italiano por dos años. El desastre que había dejado fue para algunos artistas una suerte de símbolo de los tiempos y pidieron dejar a la Virgen herida. Otros defendían restaurarla, pero mostrando las cicatrices del martillo. "Con cualquier otra escultura, dejar las huellas del ataque hubiera sido tolerable", dijo el director de Museos Vaticanos, Antonio Paolucci. "Pero no con La Piedad. No con ese milagro del arte", agregó a Reuters. Cabe destacar que las fotografías y medidas tomadas en el Perú fueron parte de un minucioso proceso de restauración que duró diez meses. El trabajo fue tan perfecto que cuando La Piedad se exhibió nuevamente, sólo quedaba una huella del ataque: un grueso cristal a prueba de balas. Laszlo Toth no tuvo oportunidad de acercarse de nuevo a la Basílica de San Pedro. Aunque nunca fue juzgado, al salir del psiquiátrico lo deportaron a Australia, donde murió en el 2012. En cuanto a las replicas que se encuentran en Lampa, necesitan atención y no hay dinero para ello. “Con la pandemia del Coronavirus no hay visitantes desde el pasado año, el presupuesto local es tan escaso para su mantenimiento y encima el Estado no hace nada para ayudarnos", admitió la directora de Turismo de la Región Puno. Cuando la iglesia pide presupuesto al gobierno regional, la dirección regional de turismo señala al ministerio de Cultura, cuya la oficina local informa que las estatuas “no están catalogadas como patrimonio cultural” y recuerda que la iglesia es la dueña. Y así vuelve a empezar. Venga ya, es inconcebible que los parásitos morados que (des)gobiernan el país andino no destinen el dinero necesario para ello, pero si dilapidan en financiar películas que ensalzan a terroristas tan admirados por el okupa de Palacio. Que triste situación :(
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