Alrededor de 1465, antes de que Cristóbal Colón llegara a América (1492), el entonces príncipe Túpac Yupanqui - heredero de la Corona Imperial Inca - emprendió una larga y misteriosa expedición a las actuales islas de la Polinesia (una de las subregiones de Oceanía). La misión prometía oro, esclavos así como nuevas especies de animales y plantas que podrían resultar útiles para el imperio. El explorador tenía tan solo 25 años. “Él [Túpac Yupanqui] era un hombre que no había tenido nada que ver con el mar hasta que lo conoció cuando conquistó el golfo de Guayaquil [Ecuador], y descubrió que los nativos se dedicaban al comercio, utilizando flotas de balsas que recorrían considerables distancias por el océano, por lo que decidió iniciar un viaje al oeste desconocido para satisfacer su curiosidad. Y siguiendo además las corrientes y los vientos, entendió que estas podían llegar a cualquier parte”, lo dijo hace unos años el fallecido historiador José Antonio del Busto, autor del libro “Túpac Yupanqui. Descubridor de Oceanía” que reúne 30 pruebas que confirmarían la veracidad de esta teoría. Y es que luego de obtener el control de la isla Puná (Ecuador), a la que llegó en balsa, recibió noticias de la existencia de dos islas lejanas que albergaban una gran variedad de recursos: Auachumbi y Ninachumbi, por lo que decidió liderar una expedición hacia aquellos enigmáticos lugares. Los cronistas Pedro Sarmiento de Gamboa, Martín de Murúa y Miguel Cabello de Balboa - que vivieron en el virreinato del Perú en el siglo XVI - coinciden con este relato. “Y andando Topa Inga Yupanqui conquistando la costa de Manta y la isla de la Puná y Túmbez, aportaron allí unos mercaderes que habían venido por la mar de hacia el poniente en balsas, navegando a la vela. De los cuales se informó de la tierra de donde venían, que eran unas islas, llamadas una Auachumbi y otra Niñachumbi, adonde había mucha gente y oro. Y como Topa Inga era de ánimos y pensamientos altos y no se contentaba con lo que en tierra había conquistado, determinó tentar la feliz ventura que le ayudaba por la mar. Luego de atisbar de cómo Topa Inga Yupanqui se entero de la existencia de unas islas auachumbi y ninachumbi, esto avisado y confirmado por un mercader llamado Antarqui. Se determinó ir allá. Y para esto hizo una numerosísima cantidad de balsas, en que embarcó más de veinte mil soldados escogidos. Navegó Topa Inga y fue y descubrió las islas Auachumbi y Niñachumbi, y volvió de allá, de donde trajo gente negra y mucho oro y una silla de latón y un pellejo y quijadas de caballo. Hago instancia en esto, porque a los que supieren algo de Indias les parecerá una caso extraño y dificultoso de creer” (Pedro Sarmiento de Gamboa). Así, con 120 embarcaciones y 2.000 hombres, el joven príncipe - de acuerdo con la teoría que rescata Del Busto - inició su aventura a estas dos islas, que algunos estudiosos piensan que de trataron de Mangareva y Rapa Nui (Isla de Pascua). También llegaría a Nuku Hiva, en el archipiélago de Las Marquesas. ¿Pero cuáles son los indicios que apoyan esta propuesta? En primer lugar, las crónicas indican que tras su viaje, el príncipe inca no solo trajo consigo esclavos negros, sino también oro, plata, esmeraldas y animales raros, así como tronos de latón y hasta una quijada de caballo. Se dice que los tesoros se conservaron en la fortaleza de Sacsayhuaman en el Cuzco hasta la llegada de los españoles. Al no haber registro de exploraciones de Túpac Yupanqui a África, Del Busto aseguraba que se trataba de esclavos de Melanesia - otra subregión de Oceanía- que se encontraban en las islas mencionadas. Asimismo, llama la atención que en Nuku Hiva se hallaron recientemente quipus - herramienta para llevar la contabilidad - conocidos en aquel lugar como quipona, y que serian de origen inca. Para Joseph Dager, profesor de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya y estudiante de Del Busto, entre los varios indicios que recogió su profesor acerca de la presencia inca en Oceanía, hay dos que predominan. El primero es la leyenda del rey Tupa, que hasta la fecha se mantiene en la isla de Mangareva. El relato habla de la llegada de poderoso personaje al mando de una flota de pae pae - balsa a vela con doble mástil - y que deslumbró a los nativos con su cerámica, ya que era un mundo precerámico; los metales, porque los lugareños estaban en la edad de la piedra, y la textilería. Cabe resaltar que en dicho lugar existe hasta el día de hoy la danza del rey Tupa y que fue creada dicen los lugareños en homenaje a quien los visitó. El segundo indicio importante está en Rapa Nui – la conocida isla de Pascua - que alberga una construcción con características incaicas llamada Vinapú. “Es una construcción en la que ponen piedra sobre piedra, y entre estas no puede entrar ni un clavo. Esta técnica se ve únicamente en las ciudades incaicas del Cuzco”, señala Dager. En este lugar, del mismo modo que en Mangareva, existe un personaje legendario bautizado como Mahuna-te Ra’á, que se traduce como “hijo del Sol”. Para Del busto era una referencia del príncipe inca. Se apoyaba también en la existencia de palabras quechuas en Rapa Nui. Por ejemplo, el tocado que tienen en la cabeza los famosos monolitos de la isla se llaman puka, que en quechua significa rojo. Esta hipótesis es apoyada por la travesía que hizo el explorador noruego Thor Heyerdahl, denominado Kon Tiki en honor del dios de los incas, Wiracocha. La expedición, que partió del Callao en 1947, demostró que ese viaje era factible. Heyerdahl llegó a la Polinesia con una embarcación a vela igual a la que usó el inca varios siglos antes. No cabe duda que esta expedición a la Polinesia por Túpac Yupanqui es otro misterio que merece ser estudiado a profundidad ¿no os parece? :)